30 marzo 2015

Proyecto Marzo Adictos a la Escritura - Dos plumas

¡Hola a todos!
Este mes en Adictos a la Escritura nos tocó hacer un ejercicio muy interesante llamado "Dos plumas" que ha consistido en escribir un relato entre dos personas.

Creo que a mi compañera, Cristina, y a mi nos ha ido muy bien juntas, en seguida nos pusimos en contacto y día tras día fuimos trabajando en el relato. 
Primero hablamos de nuestros gustos para decidir el género que queríamos para nuestro relato y después fuimos escribiendo párrafos que luego la otra continuaba.

Escribir con otra persona me ha dado cierta tranquilidad, normalmente cuando escribo sola siento presión y temor por si no se me ocurre nada o no llego a tiempo a el día de publicación, pero al hacerlo con una compañera sabía que el relato tomaría buena forma y estaría a tiempo. 
Espero que a los otros compañeros de Adictos les haya ido igual de bien.

Y ahora, os dejo con nuestro relato al que hemos titulado "Perdón".
También podéis leerlo en el blog de mi compañera: http://cristinargou.blogspot.com.es



PERDÓN

No podía respirar. Ningún sonido llegaba a sus oídos. No sentía ningún tipo de tacto. Solo el sentido de la vista, nublado; el gusto con sabor metálico y el olor nauseabundo podían darle una idea de donde estaba y en qué condiciones.

Trató de moverse sin coordinación alguna provocando que se marease y vomitase algo pegajoso por un tubo de plástico pegado a su tráquea.

Solo deseaba salir de aquella pesadilla, o al menos recordar algo de lo que había ocurrido.

No podía ver a nadie a su alrededor, intentó hablar con mucha dificultad. Aquel tubo en su boca empezaba a causarle pudor, ni siquiera era capaz de saber si le salía la voz.

Cerró los ojos con fuerza y trató de enfocar su vista inútilmente. Allí yacía tendida en el suelo frío, sin posibilidades de escapar.

Con la poca visibilidad que tenía logró llevar su mano derecha a su garganta, la tocó sin llegar a saber qué había ocurrido ni por qué no sentía nada. Solo tenía la prueba de su mano llena de sangre y vómito.

Un recuerdo le llegó como un rayo y con mirada asustada; aterrorizada, se inclinó lo suficiente como para quedar sentada para ver una masa deforme donde deberían estar sus piernas y el líquido blanco con olor repugnante mezclado con la sangre.

Lloró hasta no poder más, esperando que alguien viniera a salvarla de aquella pesadilla interminable, los segundos parecían minutos y los minutos horas. Nadie parecía escucharla, la espera se hacía eterna.

Finalmente escuchó como una puerta se abría lentamente y seguidamente por fin se encendió la luz fluorescente de aquella terrible sala de tortura.

El horror fue entonces mucho peor, a sus lados no había más que cadáveres de otras chicas jóvenes como ella y sin piernas.

Observó a aquel ser. Estaba segura de que esa era la persona; no, el monstruo que le había hecho a ella y a todas esas otras mujeres como ella.

–Por favor déjame ir –pidió  –te prometo que no se lo contaré a nadie.

–Todas me pedís lo mismo  –respondió con su ronca voz  –pero es imposible. Una vez entráis en esta habitación no podéis salir.

– ¿Por qué haces esto? –Preguntó llorosa.

–Sois todas tan idénticas, siempre las mismas preguntas, empiezo a estar cansado  –dijo mientras se sentaba en una silla sin mirarla a los ojos  – ¿Sabes una cosa? Ninguna de vosotras logra comprenderme.

Mientras el hombre vagaba en sus pensamientos ella pensaba en una forma de lograr escaparse.

–Yo no soy como las demás– contestó con voz firme –yo veo arte en lo que hace.

El hombre miró sus ojos avellana e intrigado por aquel comportamiento se acercó a ella con paso firme pero dubitativo.

– ¿Y dónde ves arte en esta sala? – preguntó.

–En la forma en como ha colocado los cuerpos, por ejemplo –explicó ella –se nota que ha estudiado muy bien cómo colocar cada uno de ellos. Ha preparado usted su escenario con delicadeza y 
vigilando cada detalle.

–Interesante… Pero no me hables de usted. ¿Cómo te llamas?

–Raquel – Dijo sorprendida. Aquel hombre, el mismo que la había dejado sin piernas, estaba cada vez más cerca de ella. Tenía miedo. Le atemorizaba acabar muerta como las demás. Pero debía mantenerse tranquila, seguir el juego para aprovechar la más mínima posibilidad de escapar que pudiera surgir.

– ¿Y qué te parece la idea de cortar piernas? –Preguntó mientras acariciaba sus muñones– ¿Te gusta?
Realmente aquello la pilló por sorpresa, se estremeció ante el tacto de su mano, solo esperaba que él no notara su miedo.

–Es algo original –dijo con una sonrisa fingida – y se nota que sabes lo que haces. No siento ningún tipo de dolor.

–Quizá tengas razón y seas diferente – dijo él alejándose un poco de ella, provocándole un pequeño alivio en su interior. –En todo caso tendré que descubrirlo, así que dejaré que vivas de momento. 
No se atrevió a pronunciar palabra, se estaba quedando sin argumentos y sin fuerzas para seguir ocultando el miedo. No quería morir.

–Volveré más tarde y no intentes hacer nada raro– dijo antes de marcharse –Por cierto. Me llamo Denis.

Una vez se aseguró de que Denis se había alejado rompió a llorar. ¿Cómo iba a escapar de ese lugar? Aquellos cadáveres que la rodeaban parecían ser a cada minuto más horribles y más repugnantes.

“Piensa, Raquel, piensa. Nada es imposible” se decía para sí misma intentando calmarse.

Entonces miró su brazo en el que una vía le pasaba suero. Contó hasta tres y de un tirón se sacó la aguja, no era una gran arma, pero podía servir. Después se recolocó el tubo del suero con la esperanza de que su secuestrador no se percatara de lo que había hecho.

De tanto esperar logró quedarse dormida, o bien inconsciente, era difícil diferenciarlo en aquellas circunstancias.

Por fin se volvió a abrir la puerta de la sala en la que estaba, pero esta vez Denis no venía solo. Arrastraba una silla de ruedas en la que una joven pelirroja yacía inconsciente.

–Te he traído una sorpresa – le dijo. –Te voy a enseñar lo que les hice a todas estas chicas y lo que te hice a ti, si lo aguantas sabré que eres diferente.

No podía creer lo que decía ese monstruo, ni podía permitir que esa chica sufriera lo mismo que ella, pero solo pudo asentir.

Denis se sentó sobre la chica pelirroja en la silla y comenzó a besarla, era repugnante el pensar que había hecho lo mismo con todas las demás y con ella misma. Tenía que pararlo antes de que llegara más lejos.

– ¡No, para! –exclamó temiendo su reacción.

–Lo sabía, eres igual que todas las demás.

–No, no es eso… Es que no puedo dejar que hagas con ella lo mismo que has hecho conmigo, quiero ser la única que te de placer. –Dijo casi sin pensar.

Denis sonrió y entonces se abalanzó sobre ella para besarla. Varias cosas cayeron al suelo provocando sonidos insoportables. Se dejó besar y manosear por aquel asesino hasta que se percató de que la chica pelirroja despertaba, sobresaltada pero sin producir un solo sonido observó la situación.

Raquel la miró, después dirigió la mirada hacia la puerta. Quería que se marchara, no le importaba sacrificarse por ella. Pero la chica pelirroja negó con la cabeza, no escaparía y la dejaría allí sola. Miró a su alrededor y encontró una tubería rota que había en el suelo.

Con decisión logró soltarse de las amarras que Denis le había puesto para mantenerla quieta en su silla y se puso de pie. Sin embargo sus piernas fallaron y volvió a caer en la silla. Aquel pequeño ruido alertó al depredador dándole la oportunidad perfecta a Raquel de clavarle la diminuta pero perfilada aguja en un lugar vital del cuello de su secuestrador.

– ¡Corre! –Fue el grito que había reprimido por tantas horas lo que empujó a la pelirroja a coger fuerzas y, tirándose al suelo, arrastrarse por encima de los cadáveres para lograr llegar a la tubería.

Denis agarró el cuello de Raquel, apretándolo con tanta fuerza que logró dejarla inconsciente en apenas unos segundos. Se quitó la aguja de un tirón y miró con enormes ojos de deseo a la joven que acababa de coger la tubería.

Con un giro sobre sí misma logró golpear en la cabeza al hombre dejándolo inconsciente. Sin embargo ella sabía que no tenía tiempo.

Miró con ojos asustados a Raquel y luego a la silla de ruedas. Tenía que salvarla. Con gran esfuerzo y aferrándose a las paredes, se movió junto con la silla hacia Raquel.

Al llegar a su lado la zarandeó y la echó encima de la silla. Se sentó sobre ella y, con toda la fuerza que tenía, movió la silla empujando las ruedas con sus manos.

Había logrado llegar al pasillo cuando Raquel comenzó a toser sangre y un grito gutural retumbó con el despertar de la bestia.

Los nervios y el miedo crearon la mezcla perfecta provocando la caída de ambas de la silla.

Las lágrimas saltaron de los ojos de la pelirroja y se aferró a las manos de su compañera, tirada a su lado.

Raquel negó en respuesta, proporcionándole paz a su conciencia, pues sabía que aquello terminaría ahí y en ese mismo momento.

La joven giró su cabeza observando la sombra que llegaba con rapidez hacia ellas. No lograba distinguirlo, pero sabía que era un hombre. Era él.

Apretó con fuerza las manos de la fallecida sin siquiera saber que lo estaba y cerrando fuerte los ojos solo fue capaz de susurrar:

–Perdón.

Autoras:
Cristina Argibay
Nerea García

4 comentarios:

  1. ¡uf! vaya con el relato, me habeis tenido hasta el final en un suspense aunque un poco macabro. Me hubiera gustado que el final hubiera sido mas malefico que todo lo anterior, seria del todo sobrecogedor. Muy bien por el relato, me ha gustado y tambien las descripcionaes de los personajes. Un abrazo. Te pongo lo mismo.

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  2. Aterradoramente encantador y muy interesante, cuando pensé que se salvarían la caída. Felicitaciones :)

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  3. Me mantenido expectante hasta el final.
    Muchas gracias por compartirlo!

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